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  • 20 ene 2019
  • 2 Min. de lectura


qué haces conmigo, soledad, que hoy me has despertado y no puedo reconocerme. me has despertado para recordarme que lo único que me queda por ahora eres tú. qué te pasa, soledad, que te acurrucas conmigo y me hablas al oído, y tus dulces palabras las voy bebiendo mientras las rezo y hago mías. y me enseñas. sobre ti, sobre mí. sobre este mundo plagado de bien y de mal, afuera y adentro. sobre la conciencia y la inconsciencia. me ayudas en este empeño mío de curar mis heridas todavía abiertas. y sé que deben doler todavía, y las dejo; así, dolientes, en carne viva. y estoy contigo. qué te pasa soledad, que con un susurro me vas recuperando del sueño. nunca me perdiste. y me narras entre estos flujos de inconsciencia que no siempre he estado contigo. que ha habido otres que ahora no están. y no están porque he venido por ti. les he dejado por ti. no me has perdido y tu lucha por recuperarme es tan sucia. de un grito abro los ojos y solo sé que estoy contigo. repaso con la mirada cada esquina para poder con paciencia reubicarme. no sé dónde estoy, pero sé que estás tú. en cada esquina, afuera y adentro. y eso me haces, soledad, me quitas todo para devolverme a ti. y voy dando zumbos porque me atacas con recuerdos. duelen todos porque he estado bien, y ahora no. ahora estoy solo contigo, curando mis heridas. me dices que cuide las palabras que me voy diciendo, que cuide los pensamientos que de mi mente van brotando, pero, soledad, no puedo hacerlo. me veo a veces y me veo tan corrupta. y entiendo porqué estoy contigo ahora. me veo empapada de duda y confusión, de negligencia, de estupidez. odio mi alma y mi cuerpo y los vuelvo con eso más tristes y feos. y quisiera a veces vivir en anestesia. sin ti, soledad, que te apoderas de mí en forma de pensamientos libres, pensamientos obsesivos, en forma de caminos no trazados, caminos que vamos dibujando, en forma de palabras que no puedo decir porque no hay quien me escuche, palabras que digo y se las lleva el viento. me envuelves con tu silencio apacible, tu silencio desesperado y tu silencio ensordecedor. qué haces conmigo, soledad, que me sumerges en este río dicotómico. en esta corriente que me lleva mientras me dejo o aunque me resista. que me mece o me violenta. en estas aguas que tiñen el rededor, que lo ahogan. y lo veo, ahogado. o me veo, ahogándome. qué te pasa, soledad, que no te rindes, que me atrapas, que me vuelves adicta a ti y me abandonas en este masoquismo explorador, en este eterno abrir las heridas nunca cerradas. en este amarte y odiarte por lo que haces conmigo.

te llevo adentro, soledad. no te voy a dejar ir. nunca. me duelen tantos y me dueles tú. me duelo yo misma. y ando doliente, pero sabiendo que este dolor recogerá mis palabras sin dejarlas ir.


kona, enero de 2019

cuando viajo me pasa mucho que despierto sin saber dónde estoy



  • 16 jul 2018
  • 3 Min. de lectura


a ti, que no hace mucho conozco, te regalo mis pensamientos diarios, mis ganas de intentar y mis más desesperados deseos de tenerte cerca. a ti, con quien he sabido acumular las más extrañas y bonitas vivencias, te regalo la parte más rara de mi identidad, esa que no logro descifrar por completo pero sé que también reconoces. te entrego mis esfuerzos por seguir construyéndonos mientras nos desconocemos con miedo. mis inseguridades disfrazadas de virilidad, el plagio de mi parte más auténtica y mi reiterado y obsoleto propósito de reinventarme. mi costumbre por ocultar al exterior aquello que más quisiera que se sepa. a ti, que llegaste de pronto e igual te fuiste, te entrego, sin querer hacerlo, mis infantiles reclamos. la duda cubierta de certeza sobre tus actuares, que tanto me dañaron. te regalo mi supervivencia en ausencia tuya, que no creí que existiría. te doy el rencor que quisiera no tenerte. a ti, mis anhelos por que las cosas no hubiesen sido como fueron. mis más falsas esperanzas de arreglar lo que rompimos y me rompió tan adentro. a ti, que quisiste ayudarme, te regalo mi parte más caótica. esa que aseguraste compartir sin realmente hacerlo. te obsequio las mentiras que pintaste con verdad para mí, las lágrimas que nos lloramos y la certeza de mi incapacidad por curarme. a ti, mi desconfianza, la que fuiste forjando a costa de mi confianza. el manifiesto de esperar siempre lo peor de ti. te devuelvo la orfandad en la que me dejaste. excavo en lo más profundo de mi ser esperando encontrar la más sincera gratitud, la que te debo, para sumergirte completamente en ella. te la doy junto con la certeza de no pedirte más, aunque tenga que seguir haciéndolo. te regalo todos los secretos que no conoces, los que sabes que te oculto con ambivalencia. también me los oculto a mí. te entrego lo único estable que tengo: mi inestabilidad. mi mordaz inestabilidad. el temblor en mis manos. mi pecho congelado y ardiente. esto que siento que nunca antes había sentido. a ti te doy todo lo que tengo y que nunca pude darte. te lo sigo dando. te regalo mi amnesia y mi inútil hipermnesia, las cenizas que atestiguan que alguna vez estuve en llamas, la oscuridad que no vio la luz que alguna vez tuve, mis frívolos propósitos de trascender, mi mirada impregnada en cada obra tuya. te entrego las carencias que quise equilibrar en ti. a ti, que ya son años desde que te fuiste, te regalo mis memorias abstractas, los sueños y las pesadillas en las que apareces con un sentido que ignoro pero que trato de descifrar. el esbozo de una mejor vida contigo. mis atolondrados intentos por entender tus lúgubres decisiones sin retorno, la triste conmoción que con tantos compartí. la inmensidad de la pena que dejaste aplastándonos. nuestras vidas cambiadas. te entrego la estupidez de mi orgullo por lo que nos une. lo que no cuidé, ni cuido, ni cuidaré. mi control en descontrol. a ti te doy mi tiempo y mi espacio. mi terror a tu abandono. mi abandono. mis certezas en decadencia. la verdad inasequible. la mentira omnipresente. mis intensos impulsos por recorrer el mundo entero mientras sigo siendo extranjera en el que llevo adentro. te regalo todo lo que hay de arte en mí. mis temores en canción, la escala de grises que pinta mis días y los colores con los que alguna vez te dibujé. mi eterna elegía, mis promesas nunca cumplidas, mis juramentos en vano, mis empedernidos fracasos, el abismo que soy y el éxtasis de mi ser cuando me sumerjo en el mar, cuando me infiltro en el cielo, cuando dejo que mi cara se cubra de sol y cierro los ojos. todo te lo entrego en forma de poesía. las letras que estrujan mi corazón en un intento de traducirlo. mi corazón consumido por el amor que nunca pudo dar. sus latidos y sus silencios en arritmia. te devuelvo el amor que no es amor por no saber qué ser.

yo soy la depresión y me acecho de día o de noche. yo soy la oscuridad al costado del sol. yo soy la sombra de la luna. yo soy el vacío entre cada estrella. yo soy todo lo que no sé que soy. yo soy lo que no creo ser y lo que no quiero ser.

y así vivo y muero desintegrándome, mientras voy regalando cada parte de lo que soy y de lo que no soy. viéndome partir en cada lugar y en cada momento. despidiéndome aquí y ahora.


lima, julio de 2018


  • 22 dic 2017
  • 2 Min. de lectura


cuando empieza una a palpar la realidad de fuera, empieza una a entender que tal afuera tiene sus propios afueras. se topa una con la esencia de lo infinito en este mundo llegando a su fin. se queda una sola, flotando en un vacío que perpetúa la caída. y todo lo que alguna vez estuvo adentro y dentro de lo que una estuvo, es sellado con un gigante signo de interrogación; es puesto, inevitablemente, en una perspectiva antónima. el contacto con lo desconocido desata reacciones desconocidas. en el interior se encienden llamas que congelan la médula, que ponen la propia vida al borde de un abismo. pendiendo de un hilo. al ir afuera, se libera una de las certezas y se expone a donde todo puede ser posible. en donde nada es verdad o mentira. es visión y ceguera al mismo tiempo. es liberarse de certezas y esclavizarse de dudas. es el vértigo de lo incierto. la náusea de no tener piso.

cuando el camino adelante se trata solo de romper esquemas, de quebrar la columna vertebral, mira una atrás y se ve incapaz de descifrarlo todo. empieza una a reconocer las claves y a confundir las piezas. nace un nuevo determinismo que, seguramente, pronto se hará viejo con el resto.

y aquí, en la más cruda soledad, expongo mi ser en carne viva. sintiendo más que nunca la pobreza entre mis manos. con las coordenadas perdidas, mi real vulnerabilidad y mi conciencia angustiada. sin saber exactamente de dónde vengo ni a dónde me dirijo y con la única certeza de no me voy a quedar aquí y quizá en ningún lado.


palencia, diciembre de 2017

escrito en las bancas de la foto, en la abadía san isidro de dueñas, donde vivió rafael arnáiz




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